La gravedad del cáncer de corrupción que vivimos en nuestro país exige un cambio transformacional de gran magnitud.
Es indispensable buscar nuevos enfoques que permitan desechar el escepticismo y despierten la ilusión de los ciudadanos, especialmente de los jóvenes, en torno a una visión de futuro atractiva, incluyente y posible. Hablar de la aspiración a tener un país LIBRE, parte de reconocer que hoy no lo somos, que la corrupción, con su alcance y profundidad, se ha convertido en una jaula, una prisión, que tiene presa, encerrada, a toda la Nación.
Hay que encontrar formas de liberarnos para que la sociedad pueda volar hasta las alturas de las aspiraciones personales y sociales, sin los frenos y las ataduras omnipresentes de la corrupción que afectan a todos y benefician a unos cuantos. Hay que liberar el potencial creativo y emprendedor de mujeres y hombres que quieren sencillamente una vida mejor. Tenemos que liberar el valor y generar la riqueza que se logra cuando entre los ciudadanos hay confianza mutua y en las instituciones.
MéXXIco, así con doble equis, tiene que transformarse en este Siglo XXI, no podemos perder otra generación, el tiempo es ahora y el potencial es enorme. Hay que construir un país sin corrupción y eso se logra con un amplísimo acuerdo ciudadano, que empieza necesariamente con el compromiso personal de NO participar en actos de corrupción, se refuerza en la familia y en la educación y se consolida con una comunidad activa, propositiva y vigilante.
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