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¿Cómo percibe la juventud mexicana a la corrupción?

Actualizado: 3 may 2022



Tuvimos la oportunidad de platicar con Ángel Otero MacKinney director de la consultora en investigación estratégica Ozmo y, Gemma Bustamante directora de la agencia de investigación social, de mercados y opinión pública Sincronía. Ambos realizaron una investigación sobre cómo los jóvenes perciben la corrupción en México y que tanto están dispuestos a hacer algo por cambiar este problema de dinámica social. ¡Quedamos sorprendidos por todo lo que nos platicaron! Aquí te contamos un poco sobre nuestra entrevista pero si quieres escucharla completa ingresa al podcast aquí. ¿Qué fue lo que investigaron y cómo lo hicieron? Gemma B: Lo que queríamos saber era cómo visualizan los jóvenes la corrupción, como la entienden pero, también, cuál es su postura ante ella. Lo hicimos a través de técnicas cualitativas porque queríamos llegar, tanto a la parte racional como emocional. Queríamos lograrlo de una manera original y atractiva para lo cual planteamos un estudio con tres técnicas. La primera fue a través de debates en donde los jóvenes pudieron conversar en torno al tema, el segundo fue análisis de redes sociales y finalmente hicimos talleres co-constructivos. Ángel O: La idea aquí no era hacer análisis estadísticos sino profundizar en nuestro entendimiento y, por eso, cuando hablamos de un análisis en redes digitales no hacemos lo que se hace comúnmente de volcarnos sobre la métrica cuantitativa. Lo que hicimos fue extraer muchas publicaciones, ver las interacciones, los comentarios y de una muestra importante de publicaciones hacer un análisis cualitativo del discurso, es decir, de que se está hablando, qué términos se utilizan, qué tipo de lenguaje y, con eso, crear un entendimiento más completo por los dos frentes; por un lado, como hablan en el cara a cara, a través de estos debates antropológicos y por otro, cómo interactúan en estas plataformas digitales.

Si quieres leer la investigación completa da click aquí ¿Qué entienden los jóvenes por corrupción y cómo contrasta esto con las percepciones que generaciones anteriores tienen o tuvieron? Gemma B: Los jóvenes que nosotros entrevistamos están entre los 15 y los 29 años de edad y para ellos está totalmente claro que la corrupción es algo ilegal, algo que también pensábamos generaciones anteriores. Se concibe como un acto ilegal pero que normalmente no se castiga. Lo que vimos en esta nueva generación es que se entiende como un intercambio de beneficios, algunos incluso lo equiparan con un ganar-ganar, lo conceptualizan en tono positivo y resulta en una práctica que socialmente es aceptada, que no les genera ningún tipo de culpa. Algunos también lo asocian con la deshonestidad, u otros actos como la mentira, el fraude, la estafa. Pero, creo que la diferencia es que en otras generaciones tal vez no éramos tan abiertos para hablar del tema o asumir que quizá en algunas experiencias nos habíamos visto involucrados en actos corruptos. ¿A los jóvenes, el tema les parece interesante, les aburre, los motiva para hacer algo, qué piensan? Ángel O: Más que interesante les parece un tema que, entre más se van metiendo al discurso y a la conversación, más lo sienten cercano. Casi siempre cuando arrancábamos los debates y los talleres se hablaba de esa corrupción ajena, de los gobernantes, de los políticos y aquí sí había un tema de pensar: “eso sí es grave, eso sí está mal, a eso sí yo no lo entro y ahí yo soy víctima.” Entre más entrábamos en la conversación lo que pasaba era que se iban interesando más porque lo sienten como algo cercano, se convierte en un tema más cotidiano en el que piensan: “cuando le doy mordida a un policía, el policía recibe un beneficio y yo también entonces es un crimen sin víctimas” y luego está la corrupción de ciudadanos con ciudadanos que perciben como: “si a mi compadre le conviene y a mi me conviene ¿por qué no lo haríamos; es un ganar-ganar?” Entonces, están estos tres tipos de corrupción que encontramos dentro de las conversaciones. Entre más cercano lo sienten menos grave perciben estos esquemas de corrupción.

O sea que, para trabajar en la construcción de un país sin corrupción con la generación de 15 a 29 años sería importante resaltar los aspectos negativos de la corrupción en nuestro círculo cercano y en nuestra conducta personal …. Ángel O: Exacto, una parte es reconstruir el concepto de corrupción, de esta corrupción más cercana y ciudadana en la cabeza de los jóvenes a través de nuevos mensajes, de resignificar como hablamos de ella. Por otro lado, algo muy importante es que la decisión que toma alguien de entrar en un esquema de corrupción en este ámbito muy pocas veces es una decisión plenamente consciente y profundamente pensada, normalmente es una decisión más pragmática. Por un lado está la parte de generar un discurso que los incluya más y los haga entender la incidencia y repercusiones que tiene pero otro muy importante, que muy pocas veces vemos, es la importancia de crear escenarios en los que la corrupción no facilite las cosas. Lo que se tiene que mostrar es que en estos escenarios existen formas de tomar decisiones igual de pragmáticas o eficientes sin que se entre en esquemas de corrupción. ¿Cuál es el mayor obstáculo que sienten los jóvenes que existe cuando se trata de combatir a la corrupción? ¿Qué los frena a la acción? Gemma B: No se asumen parte del problema. El discurso es: “a mi me heredaron esta situación, yo no tengo la responsabilidad”. Entonces, cuando no hay una responsabilidad ni sentido de “donde estoy yo” en este sistema, se vuelve un primer obstáculo y no se responsabilizan. Otro es que no lo ven como una tarea fácil, lo ven como algo tan complicado que, para qué lo combates si no se va a poder lograr, y por otro lado, se advierte poco grave la corrupción. Ellos piensan que si no hay víctimas, “te conviene, me conviene” entonces no está tan mal. Lo que sí ven mal es la corrupción en las altas esferas del poder. Ángel O: Otro tema es que en esta corrupción de los políticos, los poderosos, no pasa nada. La impunidad siempre es un tema que refuerza esta sensación de impotencia en los jóvenes donde piensan: “porque yo haría algo activamente si realmente los que son culpables no son castigados o señalados” y, agregaría un último obstáculo. Hablando con grupos de jóvenes tianguistas y un grupo de servidores públicos de entre 21 y 29 años, ambos nos platicaban de una sensación de impotencia, no nada más porque sea un problema muy complicado sino porque los esquemas de corrupción forman parte de su subsistencia, sobre todo, en el caso de los tianguistas. Te dicen: “cómo no voy a dar mi cuota al líder de los tianguistas o al que me deja poner mi puesto si no darla pone en riesgo que yo reciba mi sustento”. Hay muchos esquemas de corrupción que erróneamente, desde nuestro lugar privilegiado, pensamos: “que mal que lo haces”, pero no nos ponemos en los zapatos de algunas personas que en realidad más que ser parte de un sistema corrupto, de alguna manera su sustento proviene de que ese sistema corrupto funcione así y que difícilmente van a poder enfrentarlo siendo que eso los pone en una posición muy vulnerable. Al contrario de estos obstáculos, descubrieron si los jóvenes están dispuestos a hacer algo para combatir la corrupción, y en ese caso, ¿qué sería? Ángel O: Los jóvenes, a pesar de que son muy dados a hacer todo en redes sociales, tienen muy claro que lo que se hace en redes sociales es poco útil, que dar likes no va a cambiar al mundo y compartir una publicación no va a hacer que México cambie. Por otro lado, sí expresan cierta desesperación o impotencia ante el no saber qué se puede hacer, no tienen claro qué pasos se pueden dar para construir este México sin corrupción. Hablan, por ejemplo, de señalar, denunciar y expresar su descontento, que contrasta un poco con la visión que tiene Mejor México de promover mensajes más positivos que punitivos, pero es importante saber que todos los jóvenes en esta frustración y en este enojo lo primero que les viene a la cabeza es señalar o denunciar. A pregunta expresa de si estarían dispuestos a generar un compromiso, algunos te dicen que sí pero otros te dicen: ¿cómo? Gemma B: Necesitan que les digas cómo pueden participar, que los motives y les digas en qué son útiles. Sí dicen que se pueden comprometer a no dar mordida pero necesitan que les des información de cómo pueden evitarla. En caso de que los pare un agente de tránsito, a quien le pueden llamar para pedir apoyo, los ayude y no se vean en una situación de riesgo. Quieren que los inviten a hacer algo, tener la sensación de que están realmente ayudando, de acción , no solo de palabra. Un beneficio tangible.




¿Qué fue lo que más les sorprendió de esta investigación? Ángel O: A mi me generó una reacción positiva darme cuenta de dos cosas: la primera que cuando empezamos a hacer el análisis de los discursos en redes, era esperable lo que pasaba: el 80% de las publicaciones que revisamos eran mensajes cargados de enojo, un lenguaje completamente altisonante, mucha frustración, cargado hacia lo ideológico y completamente polarizado. Lo que esperábamos, y efectivamente ocurrió, fue que en la comunicación cara a cara esto era mucho menor. Había menos confrontación, el lenguaje era colaborativo y empático. Nos dimos cuenta que las redes sociales no son el territorio ideal para abrir una conversación sobre corrupción porque están dominadas por un discurso ideológico que se dirige a la esfera política. La segunda cosa que me causó una reacción positiva es que los jóvenes son muy capaces de profundizar en el entendimiento de la corrupción. Al menos en la corrupción de servidores públicos y ciudadanos y de ciudadano a ciudadano hacen la reflexión de que no es que sean buenos contra malos es que hay ciertos elementos que promueven que actuemos de una manera u otra. Gemma B: A mi lo que me sorprendió fue que, cuando empezamos a diseñar el estudio pensamos mucho en cómo hacer técnicas proyectivas porque pensamos que era un tema que iba a ser complicado de abordar con los jóvenes, que no iba a ser tan fácil llegar a un nivel de sinceridad. Pero resultó relativamente sencillo llegar a este punto. Pensé que era un tema que no estaba en sus vidas cotidianas pero sí está visibilizado y no hay empacho para hablar de sus experiencias con sinceridad. Algo que me dio mucho ánimo fue que los jóvenes de bachillerato son más optimistas sobre el hecho de que sí se pueda lograr un cambio. A lo mejor es una nueva generación que puede tener este optimismo. Que el país en donde ellos esperan desarrollarse va a ser mejor.

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