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Foto del escritorLilian Alexia Huerta Rodríguez

Ensayo: Contexto del sistema educativo y sus sesgos ideológicos como causa colateral de la corrupción en México.

La educación es un proceso que busca formar el conocimiento y la moral del ser humano en distintas etapas de su vida, pero su sistema no siempre valora la importancia de dichas capacidades. Por ello, es necesario que se contemplen los antecedentes históricos y los sesgos ideológicos que dieron lugar al sistema educativo actual en México, y cómo éste ha sido una de las causas por las que la corrupción sigue siendo un problema existente y hasta acoplado a la cotidianeidad, generando reacciones indiferentes en los ciudadanos.

La educación podría ser tomada como el motor o uno de los pilares estructurales de una sociedad, pues es quien la enriquece y dota de saberes. Según Paulo Freire “la educación es un proceso de conocimiento, formación política, manifestación ética, búsqueda de belleza, capacitación científica y técnica” (Freire, 1997, p. 1), lo que supone un desarrollo de las capacidades intelectuales, críticas y morales del ser humano. Sin embargo, no todas las naciones buscan alentar el pensamiento crítico en sus ciudadanos. En México, la estructuración del sistema educativo supone un atraso considerable en cuanto al progreso del mundo globalizado y las nuevas necesidades del hombre, además de verse afectada por el magno problema del recorte presupuestal y la falta de preparación del grupo docente. Pero, si el mundo avanza ¿Por qué seguimos usando el mismo sistema desde hace más de 200 años? ¿No sería lógico actualizarlo o reformarlo?


Remontémonos a la segunda mitad del siglo XVIII, durante el periodo de la denominada “doble revolución”. La Revolución de 1789 eliminó de tajo los privilegios de la iglesia y la idea teocéntrica del pensamiento medieval europeo, trayendo consigo el concepto del progresismo y el imperialismo de Napoleón. En consecuencia, hubo una reestructuración del sistema educativo con base en un pensamiento profundamente secularista basado en incredulidad religiosa, es decir, el sistema se volvió ajeno a los criterios religiosos y a las bases del humanismo para centrarse en lo técnico-laboral. En conjunto con la reestructuración del sistema de producción por parte de la Revolución Industrial en Inglaterra, resultó conveniente económicamente para los Estados, pues “abrió el camino a los hombres para completar el dominio de su entorno físico, sin la ineludible necesidad de explotarse unos a otros” (Perkin, 1969, pp. 3-5) en el siglo XIX.


Dichas reestructuraciones y la sobrevalorización del ámbito laboral no solo afectaron a sus respectivas naciones, si no que, influyeron en la conceptualización de la educación en Latinoamérica. En México, esto se vio directamente reflejado en el desarrollo de la Ley Orgánica de Instrucción Pública de 1867, que “establecía la educación primaria gratuita y obligatoria, se excluía del plan de estudios toda enseñanza religiosa y ... de la Escuela de Estudios Preparatorios, sienta las bases de la educación profesional” (Sibrian, 2016), formando una relación estrecha con los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la revolución francesa.


A pesar de los esfuerzos por proveer de igualdad y progreso educativo a la nación mexicana desde aquellos años, el sistema educativo sigue estancado a causa de su raíz secularista, pues al solo enfocarse en lo técnico, reduce e incluso desprecia al juicio racional y la crítica, llegando a excluir a aquellos que se rebelen y lo promuevan. “No somos una cultura educada para pensar. Educada para ejercer y comprender la crítica hecha hacia nuestro ejercicio intelectual” (Hinojosa, 2020). Este defecto, si bien podría resultar abrumador para los ciudadanos en cuanto a su formación intelectual, sigue resultando conveniente económicamente para algunos otros como en el periodo de la “doble revolución”, específicamente para personas con poder y autoridad.


“Estamos, al parecer, en los primeros años de la revolución rusa, ahora en México.... eliminando la pluralidad educativa hasta convertirla en un proyecto técnico y de propaganda política” (La corrupción educativa en México, Hinojosa, 2020). Pero ¿Qué no se buscaba la fraternidad y la libertad? En esencia si, en práctica no. La idea de la educación se tergiverso tanto por la conveniencia de cada gobierno que las ideas éticas y morales suponían un problema grave para el trabajo autónomo y las nociones utilitaristas de la individualidad competitiva, pues el control del saber denota una ventaja política sobre las masas.


Este control se ha convertido en manipulación y, finalmente, en un adoctrinamiento. Se había huido del yugo clerical y del adoctrinamiento religioso años atrás, para caer en un adoctrinamiento político que promovía la ignorancia y la mediocridad colectiva. Era de esperarse que, a consecuencia, las ideas que en esencia parecían ser una esperanza para el progreso comenzaran a quebrantarse y a sustituirse incluso por la teoría evolutiva de “la supervivencia del más apto” de Darwin, en cuanto a la obtención del éxito individual.


“Van Klavereen (1957, en Heideheimmer, 1989) describe ≪Los funcionarios públicos corruptos ... consideran los puestos públicos como negocios y ellos ... deciden maximizar sus ganancias personales≫”(Cárdenas, 2010, p. 7). La educación se convierte en un sistema impersonal que, en retrospectiva con las nociones utilitaristas planteadas anteriormente, representan la emergencia de un sujeto individualista que promueve un “mercado educativo” cuyos fines justifican los medios mientras se mantenga la felicidad de la mayoría. Este sujeto, además de surgir en la autoridad funcionaria, surge en el mismo estudiante que normaliza y se aclimata a la situación. Ejemplo de ello se puede ver representado en el caso de copia de examen, donde mientras las consecuencias no afecten directamente a los demás, es un hecho aceptable, frecuente y hasta premiado en la sociedad.


Poco a poco, los profesores son orillados a transmitir los conocimientos que el gobierno en turno desea con base en parámetros impuestos, donde su libertad se ve cohibida y, al mismo tiempo, los alumnos “según Iñaki Piñuel (2017), se vuelven indiferentes respecto a las injusticias sociales.... sin necesidad de reclamar para sí la solidaridad de los demás” (Un crimen llamado educación, Klaric, 2017). Los alumnos se desensibilizaban ante las injusticias y se les aísla del resto con el pretexto de la inexistencia de la solidaridad colaborativa. Esto supone un grave problema, dado el gran papel formativo que tienen las instituciones, pues provocan la generación de futuros ciudadanos indiferentes ante los abusos y vulnerables ante la manipulación y la tentación.


“La corrupción se alimenta de prácticas discriminatorias ... enquistadas por la herencia colonial de nuestra sociedad, ... hemos llegado a una especie de fundamentalismo neoliberal que alimenta también el nivel de corrupción que existe en las autoridades del país” (¿Cómo la educación puede ayudar a combatir la corrupción y la crisis política?, Departamento Académico de Educación, 2018). La corrupción educacional entonces, surge de estas vulnerabilidades del sistema, del mal manejo de autoridad, la discriminación y las prácticas inmorales. No solamente se ve aplicada por las autoridades, si no que, incluso por los mismos estudiantes al ser formados bajo dicho contexto, desarrollando un proceso cíclico donde la corrupción de los altos mandos pasa a ser reflejada en las situaciones académicas de los alumnos, quienes adoptan estos comportamientos y fallas del sistema y los repiten en un futuro dentro de la sociedad, afectando a las nuevas generaciones mexicanas.


Sin duda, la correcta formación ética y crítica del ser humano es aquello que nos podría otorgar el tan preciado progreso que deseamos desde los años de la revolución francesa. La corrupción educativa en México es un problema cuya solución se encontraría en la implementación de políticas públicas encausadas a las necesidades del hombre contemporáneo, acompañadas (claramente) de una participación empoderada del personal y los estudiantes. “La educación nunca termina, pues es un proceso de perfeccionamiento y por tanto ese proceso nunca termina. La educación dura tanto como dura la vida de la persona” (Aristóteles, 2002). Y en efecto, la educación es infinita y constante, y para poder cambiar el sistema debemos comenzar por juzgar y criticar nuestro entorno, reflexionar sobre la justicia social y levantar la voz ante los abusos. La transformación del sistema comienza con el cuestionamiento.





Las opiniones expresadas en este espacio son personales y no representan necesariamente las de Mejor México. El contenido aquí presente es responsabilidad del autor/a.




REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


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